QUE NOS MUEVE

«Sería una bonita costumbre si todos los días, en algún momento, pudiéramos decir:

“Señor, que te conozca y me conozca” y así ir adelante».

«Si alguno nos pregunta “quién es Jesucristo”, nosotros seguramente diremos lo que hemos aprendido en catequesis o hemos escuchado por ahí, que: es el Salvador del mundo, el Hijo del Padre, Dios hombre, lo que recitamos en la oración del Credo».

Pero «un poco más difícil será responder a la pregunta: “Pero para ti, ¿quién es Jesucristo?”». Y esta es una «pregunta» que «nos pone un poco en apuros, porque tengo que pensar y llegar a mi corazón para dar la respuesta». Precisamente «este es el trabajo del Apóstol Pablo» descrito en la carta a los Efesios, donde «tiene esta inquietud de transmitir la propia experiencia de Jesucristo». «Él conoció a Jesucristo por propia experiencia, cuando se cayó del caballo, cuando el Señor le habló al corazón, directamente». Y «eso que Pablo escuchó quiere que nosotros cristianos lo escuchemos».

"Que Cristo habite en sus corazones por la fe, que estén arraigados en el amor y en él puedan edificarse. Que sean capaces de comprender, con todos los creyentes, cuán ancho, y cuán largo, y alto y profundo es, en una palabra, que conozcan este amor de Cristo que supera todo conocimiento. En fin, que queden colmados hasta recibir toda la plenitud de Dios. A Dios, cuya fuerza actúa en nosotros y que puede realizar mucho más de lo que pedimos o imaginamos, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén."  Ef. 3, 17-21

Si fuera posible preguntarle a Pablo «¿quién es Cristo para ti?», él contaría «su propia experiencia, sencilla: “Me amó y se entregó por mí”». Pero Pablo, «está involucrado con Cristo, que ha pagado por él», y «esta experiencia Pablo quiere que los cristianos la tengan, entren en esta experiencia hasta el punto que cada uno de ellos pueda decir: “Me amó y se entregó por mí”». Pero es importante «decirlo con la experiencia propia».

«Pablo nos quiere conducir a todos nosotros a esta experiencia», porque es «la experiencia que él ha tenido de Jesucristo: el encuentro con Jesucristo le ha hecho entender esta gran cosa».

Pero «¿cómo se puede llegar a esto, ¿cuál es el camino?». Quizá, «¿debo recitar el Credo muchas veces? Sí, pero no es precisamente el mejor camino adecuado para llegar a esta experiencia: ayudará, pero no es la adecuada». De hecho, «Pablo cuando dice que Jesús se ha entregado por él, que ha muerto por él, quiere decir “ha pagado por mí” y cuenta muchas veces en sus cartas la propia experiencia: “Yo era un pecador”, “yo perseguía a los cristianos”».

Para hacerlo, él «inicia por el propio pecado, la propia experiencia pecadora, y la primera definición que Pablo da de sí mismo es “pecador”: elegido por amor, pero pecador». Así, «el primer paso para el conocimiento de Cristo, para entrar en este misterio, es el conocimiento del propio pecado, de los propios pecados».

 

Es necesario, por tanto, la conciencia de que «el primer paso para el conocimiento de Jesucristo es el conocimiento propio, de la propia miseria, que necesita ser redimida, que necesita a alguien que pague: que pague el derecho a decirse “hijo de Dios”». En realidad, «todos los somos» pero para «decirlo, sentirlo, era necesario el sacrificio de Cristo y, partiendo de esto, Pablo va adelante con estas experiencias religiosas que él tiene, una tras otra, a través de la oración y la caridad».

Es así entonces, que «el primer paso» es:

«Reconocerse pecadores, pero no en teoría, sino en práctica»

Decir «he empezado a hacer esto, me he detenido, pero si hubiera seguido por ese camino, habría terminado mal, muy mal» es «la raíz del pecado que te lleva adelante». Por tanto «el primer paso es este: reconocerse pecador y decirse a sí mismo las propias miserias, avergonzarse de sí mismo: es el primer paso».

«El segundo paso para conocer a Jesús es:»

«La contemplación, la oración», proponiendo la simple invocación: 

«Señor, que yo te conozca”». 


“Señor, que te conozca y me conozca”». Se trata, de «conocerse a sí mismo y conocer a Jesús». Y «aquí se da esta relación de salvación: la oración», invitando a «no conformarse con el decir tres, cuatro palabras adecuadas sobre Jesús» porque «conocer a Jesús es una aventura, pero una aventura de verdad, no la aventura de un niño».

Conocer a Jesús, 

«Es una aventura que te lleva toda la vida, porque el amor de Jesús no tiene límites».

«Cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad» es una expresión para indicar, precisamente, que «no tiene límites». Pero «esto podemos encontrarlo solamente con la ayuda del Espíritu Santo: es la experiencia de un cristiano». Y «el mismo Pablo lo dice: Él tiene todo el poder para hacer mucho más de lo que podemos pedir o pensar. Tiene el poder de hacerlo».

Extracto y adaptación de la reflexión del Papa Francisco del Jueves, 25 de octubre de 2018, leer el texto completo.